Aprender a identificar las emociones, descubrir si son adaptadas a la situación que se está viviendo y gestionarlas, son algunos de los objetivos de nuestro programa de educación emocional. Concretamente, Laura Palacios, profesora de francés en Educación Infantil, habla de lo vital que es trabajarlas de forma que éstas sean visibles para los alumnos de Infantil.

Así pues, según cuenta, “todas las mañanas decimos cómo nos sentimos”. Además, añade, “dentro de cada proyecto trabajamos una emoción diferente”, a través de un cuento que la trata, haciendo la medalla del monstruo de los colores -en el que cada color corresponde a una emoción (alegría, tristeza, enfado, miedo, serenidad y, añadimos, el asombro)-, haciendo fichas individuales y cooperativas… También se sirven de vídeos de dibujos animados para identificar, entre todos, qué les ha pasado a los personajes que aparecen y cómo creen que se sienten, de esa forma empatizan con los protagonistas: Caillou, T’choupi, l’ane trotro… Así son capaces de hablar sobre lo que les pasa, poner nombre a sus emociones y encauzarlas correctamente.

Asimismo, “tenemos un buzón de la alegría donde metemos fotos de todo lo que nos hace sentir bien: familia, juegos, excursiones, amigos, etc.”, cuenta. Los viernes abren el buzón y el alumno que ha metido alguna foto, explica por qué le hace sentir alegría. A su vez, usan a diario “El rincón de las emociones”, un espacio compuesto por un dosel de seda transparente, con una mesita y dos sillas en su interior. Todo ello busca crear un clima propicio para hablar con intimidad. De esta forma, entran siempre por parejas y se cuentan cómo se sienten y por qué.

Se puede acceder al mismo en cualquier emoción –TRAM ( tristeza, rabia, asco, miedo) o CASA ( Curiosidad, alegría, seguridad, admiración )-, “pero solo podemos salir de él en estado CASA”, incide. Lo utilizan mucho para contarse cosas divertidas, lo que les piden a los Reyes Magos, lo que les hace reír, por qué se sienten felices… “Y también nos ha ayudado en multitud de ocasiones a resolver conflictos (me ha pegado, me ha quitado el juguete, no me deja jugar…)”.  En relación a esto, cada uno contesta a estas preguntas: ¿qué ha pasado?, ¿cómo te ha hecho sentir?, ¿puedes hacer algo para solucionarlo?, ¿quieres solucionarlo ya?… Expresarlo verbalmente, les hace liberarse y ser conscientes de que, a veces, su verdad no se ajusta del todo con la realidad. Escuchan otras versiones, se ponen en el lugar del otro y son capaces de perdonar. Unos antes y otros después, pero siempre salen sonriendo del rincón de las emociones.

En definitiva, insiste en que hay que trabajarlo mucho al principio, “estar con ellos, acompañarles en el proceso, pero una vez que saben la dinámica, son capaces de entrar y salir solos del rincón de las emociones sin necesidad del apoyo de la profesora”.  De todas formas, “está estratégicamente colocado al lado de mi mesa y así puedo valorar si lo están usando correctamente o no”, revela.  A lo que añade que es un lugar especial para poder hacer las tutorías con cada uno de ellos. “Allí les cuento todo lo que me gusta de ellos y lo que pueden mejorar. También les cuento mis sentimientos y pueden hacerme todas las preguntas que quieran. Es un espacio de la clase del que un aula de infantil no puede prescindir”, concluye.